A los lejos, las luces,
también se pierden
detrás de ti.
Se van,
con un zumbido
de oro y sed
y acompasan sus bordes
entre el ocaso,
bailando despacio,
hacia el adiós.
Entonces,
como un cántaro,
rueda la noche
hasta quebrarse,
depositando
su piel de ébano,
en mi dolor.
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