Caminas pisando la tierra,
rugosa arena de mil cadenas.
Ostenta grietas, huellas saladas,
que con sus rayos dibuja el sol.
El viento silba junto a tu oído
su melodía de canto andino,
que por las noches hace siniestras,
las sombras negras de su dolor.
La cordillera se va y se acerca
y algunas veces, te hacen con señas,
diciendo ¡hola! las fumarolas,
volcán herido, en su interior.
Pero tú sigues donde no hay nada,
con el silencio en su extensión.
Y vas pensando y vas sintiendo,
aquel deseo que el cielo entraña...
dicen que un niño,
de madrugada,
con su cometa de cola larga,
lleva volando nubes infladas,
que luego bajan y se sacuden,
bordando en gotas de humedad,
el suelo tiñen de fresco manto
donde la vida ha de asomar.
Y allí está él ¡como un milagro!
que se despierta como pradera,
de hermosas flores, de mil colores,
otrora días de soledad.
Le hacen el ruedo, animalitos
y lo acarician los pajaritos,
cada diez años, cuando se agita
el azul cielo, en su inmensidad.
Así, es florido nuestro desierto,
Así, en gloria el Padre nuestro,
que abre sus brazos y nos bendice,
con su bondad.
© Internet Photography
© RoseMarie M Camus Poetry & Design
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