cuando detiene la puerta
en el umbral del descuido,
su silueta agónica,
y su decir en silencio.
Sólo mi mano
despejando el viento,
recorre al fantasma
convertido en su cuerpo.
Ahora,
que se encorva la mirada
de voces y de hombros,
como si temiéramos descubrir
sobre este baldío,
poblado de sombras,
este paso del tiempo.
Ahora,
sin preludios,
sin fronteras,
sin severa angustia
sin compañía,
podemos despedirnos.