Vuelve con su palabra
de silencio y se esconde
al abrir mis libros.
Sabe que no hay escapatoria
desde que le escribo
y que es, cada recuerdo,
aunque no quiera.
Yo le sonrío entre letras
y me abre, sin tormento,
su mirada de bosque.
Es un abanico
que me aguarda en su pelo,
donde vuela en el viento
su misterio de soles.
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