Se suceden las horas
y en el silencio humedecido,
vuelve el invasor de sueños
a bordar los horizontes.
Dueño del mundo,
suelta sus brazos de fuego,
haciéndose visible.
En el declive de sus llamas,
danzan las nubes reincidentes,
cautelando la brevedad
en la fiesta de la tarde.
Allí, nuestras miradas se buscan
como dos soles que palpitan,
y se refugian en el reflejo,
que la vida les impone.
pues al final, nada ni nadie,
detiene los ocasos.
© RoseMarie M Camus Poetry & Photography
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