Encallamos donde el sol
nos deja ciegos
y el viento nos azota,
con su verbo oscilante
y casi divino.
Llevamos la espada,
por si derrotamos
a esta soledad absurda,
que encarcela nuestras vidas.
Ocultamos el recuerdo
de todas las miradas,
porque nuestros ojos sólo apuntan,
a buscarnos bajo el sol
y en el viento.
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