A fuerza de querer
y no querer,
se suspende de las horas
cierta inmortalidad.
Ábacos que giran
contando los minutos,
entre suspiros escondidos,
de voces lejanas.
Este paraíso de silencios
y murmullos,
de motas que aparecen,
de urgencias sin apuros.
Todo está donde debe,
todo es como debe
y tú, siempre,
sujetándome a la certeza
de lo que se siente.