Están ahí los recuerdos.
Quizás perdidos,
entre la sombra de los deseos.
Murmuras y entonces,
como un poema,
se desatan desnudas,
las orquídeas
de entre mi pelo.
Están ahí los recuerdos.
Quizás perdidos,
entre la sombra de los deseos.
Murmuras y entonces,
como un poema,
se desatan desnudas,
las orquídeas
de entre mi pelo.
Se me ocurrió decirte,
que a veces y tan sutilmente,
siento tu presencia...
como un susurro de viento,
desbordado en mi oído,
como a lo lejos,
al romperse una ola,
resbalara en la piedra...
como si aún, ese sol,
se escondiera en tu pelo
y dibujara el silencio...
así, tan sutilmente.
A fuerza de querer
y no querer,
se suspende de las horas
cierta inmortalidad.
Ábacos que giran
contando los minutos,
entre suspiros escondidos,
de voces lejanas.
Este paraíso de silencios
y murmullos,
de motas que aparecen,
de urgencias sin apuros.
Todo está donde debe,
todo es como debe
y tú, siempre,
sujetándome a la certeza
de lo que se siente.
No siempre se puede volar,
cuando los brazos se atrapan
y el corazón se anida,
en su propio horizonte.
A veces, sólo basta,
ese último rayo de sol,
para subir hasta el cielo
y sin mirar las sombras,
hacer, el besar su boca.
Cuando todo acontece
y se repite la historia
es perfecto el momento
para desandar.
Pero ya no hay vuelo
de pájaros blancos
ni arena,
ni mar.
Sólo algo en la mente,
una condición
de recuerdo,
que se altera.
Un salto, hacia dónde,
abajo, arriba,
un vacío
casi inmortal.
Ahora,
que se encorva la mirada
de voces y de hombros,
como si temiéramos descubrir
sobre este baldío
tan poblado de sombras,
este paso del tiempo.
Ahora,
sin preludios,
sin fronteras,
sin severa angustia
sin compañía,
podemos despedirnos.