Mi desdicha se extiende hasta el horizonte de este ocaso.
De palabras infértiles, mis manos ya no tejen caricias
y mi boca, no se ensancha como sonrisa de tu alegría.
Mi alma es un desierto donde solamente habitan,
fantasmas en sus salitreras.
En este lugar, secuestrada por el tiempo,
el viento viaja rápido, corroe los huesos y canta,
y su canto, es un quejido sonámbulo,
que tropieza con la muralla invisible de tus besos.
Los últimos rayos del sol, desdibujan las sombras
que se funden en mi cuerpo...
yo quisiera tu piel de agua clara y estelas marinas,
pero se escabulle de mis manos con su espuma salobre,
igual que espejismos de esta tierra agrietada y perdida.
Camino cansada y sin rumbo, despedazando los pasos,
donde cruje la alfombra de barro reseco, sin vida
y mi amor, que hasta ayer festejaba a tu pelo dorado,
hoy vaga triste, despertando sus recuerdos dormidos.
© RoseMarie M Camus Poetry & Photography
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